viernes, 29 de mayo de 2015

Excomunión

En el último vídeo de mi canal en youtube compartí con ustedes un letrero donde se declara la excomunión para quien robe o dañe los libros de la biblioteca. Hoy voy a contarles la historia de esta orden papal. 

La Cédula de Excomunión a ladrones de libros es conocida como la Salmantina gracias a que fue usada por primera vez en la Biblioteca Antigua de la Universidad de Salamanca


Su origen lo encontramos en la Edad Media, cuando el robo de libros de las bibliotecas eclesiásticas llegó a ser tan frecuente que los monjes franciscanos no tuvieron más remedio que solicitar al Sumo Pontífice que tomara medidas. Y las tomó. Pío V en 1568 al formular un decreto fechado el 14 de noviembre que decía:
“Según fuimos informados, algunos espléndidos con su conciencia y enfermos de avaricia, no se avergüenzan de sacar por gusto los libros de las bibliotecas de algunos monasterios y casas de la orden de los Hermanos de San Francisco, y retener en sus manos para su uso, en peligro de sus almas y de las mismas bibliotecas, y no poca sospecha de los hermanos de la misma orden; nos, sobre esto, en la medida que interesa a nuestro oficio, deseoso de poner remedio oportuno, voluntariamente y nuestro conocimiento decidido, ordenamos por el tenor de la presente, a todas y cada una de las personas eclesiásticas seculares y regulares de cualquier estado, grado, orden o condición que sean, aun cuando brillen con la dignidad episcopal, no sustraer por hurto o de cualquier modo que presuman de las mencionadas bibliotecas o de algunas de ellas, algún libro o cuaderno, pues nos queremos sujetar a cualquiera de los sustrayentes a la sentencia de excomunión, y determinamos que en el acto, nadie, fuera del romano pontífice, pueda recibir la absolución, sino solamente en la hora de la muerte.”

Las bibliotecas exhibían copia de esta carta en lugar visible para que los amigos de lo ajeno se lo pensaran dos veces antes de echar mano del manuscrito de turno, sopesando bien los riesgos del fuego eterno a los que se exponían. He aquí la prueba de ello que reposa en la Biblioteca de la Universidad de Salamanca:
 


Aunque la Salmantina es la formula más conocida de dicha excomunión y en general las diferentes bibliotecas eclesiasticas del mundo tienen una copia de esta formula hay que decir que no es la única que existe, otro ejemplo es la del Monasterio de San Pedro, en Barcelona, un poco más explícita que la de Salamanca:
“Para aquel que robara, cogiera prestado o no retornara un libro a su legítimo propietario, que se transforme en una serpiente en su mano y se la desgarre. Que quede paralizado o todos sus miembros malditos. Que sufra el dolor pidiendo en voz alta clemencia, y que no se le permita recuperarse de su agonía hasta que se descomponga. Permítase a los gusanos de los libros que roan sus entrañas… y cuando vaya a alcanzar su castigo final, permítase que se consuma eternamente en las llamas del infierno”.
De todas formas, parece ser que la excomunión no acababa de echar para atrás a los ladrones de turno, ya que era una práctica muy habitual de las bibliotecas de la época el atar los ejemplares con una cadena a las estanterías. Por si acaso. En todo caso sobrevive la biblioteca y en ella reposan gran cantidad de documentos de gran valor histórico, muchos de ellos puestos en la red a disposición del mundo. 

Vista general de la sala de la Biblioteca Histórica de la Universidad de Salamanca





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